Capítulo 1: El Nacimiento - Parte 3

>> martes, 14 de abril de 2009

Inés le había obedecido e inventado una historia donde describía a la cueva como un lugar totalmente inverosímil e infestado de murciélagos y se las había ingeniado para liberarse de sus amigos al día siguiente. En realidad no le había sorprendido mucho ver al maestro montado en el destartalado Jeep que habían puesto a su disposición.


“Es necesario que te muestre el mejor camino para llegar a mi cueva y también el lugar más apropiado para que aparques tu vehículo,” le dijo el maestro en vez de saludo, “así que pon toda tu atención en el camino para que lo recuerdes.”

El maestro la había dirigido primero por la carretera principal que Inés ya conocía del día anterior y luego le había indicado que se desviara por un verdadero laberinto de caminos secundarios y rurales. A pesar de tener un buen sentido de orientación, Inés se había perdido irremediablemente los primeros días cuando intentó repetir el camino señalado.

Finalmente habían llegado a la orilla de una pequeña robleda donde el maestro le indicó que aparcara el Jeep entre dos enormes robles.

Una vez en la cueva, el anciano puso una tetera en la hornilla y calentó agua para preparar un te de hierbabuena. Inés agradeció desde el fondo de su corazón que no estuviera tan excedido en azúcar como le gustaba al común de los turcos. La preparación de dicho té, a partir de ese momento fue el ritual de comienzo de todas sus lecciones.

“Lo primero que tendrás que aprender es a rezar.”

“Confieso que rezar me aburre. Y mis inclinaciones religiosas van más en el sentido de mi padre que era un libre pensador que a mi madre que es una católica ferviente.”

“Rezar te ha aburrido hasta ahora porque nadie te ha enseñado como hacerlo…”



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Lacrimosa, ein Hauch von Menschlichkeit

Esta canción la cito al inicio de la novela e inspiró el subtítulo de la misma.

¿Porqué pensé en Turquía como el lugar de concepción de Sofía?

Ubiqué la concepción de Sofía en Turquía por muchas razones.

Personalmente siempre me he sentido conectado especialmente a Turquía. Es una conexión intuitiva y mágica y, a pesar de que solo he estado algunos días en Estambul uno de mis primeros destinos de viaje –si es que alguna vez tengo el dinero- sería recorrer Turquía.

Si revisamos la historia de occidente, muchas veces nos vamos con la finta de creer que la cuna de esta civilización fue Grecia, sin embargo, esto es un engaño. La mayoría de las grandes cosas, los grandes “detonantes” de la civilización occidental sucedieron en el territorio de la actual Turquía. Troja, la ciudad que dio pie a los poemas homéricos está en la actual Turquía, muchos de los filósofos y científicos griegos nacieron en territorio turco, etc.

Pero no es solo la conexión helénica la que hace especial a Turquía. Una de las civilizaciones más antiguas, Catal Hüyuc, se desarrollo aquí. Las primeras iglesias cristianas, las famosas siete iglesias en su mayoría estaban en Turquía. Y que sería del antiguo Egipto o de las culturas Mesopotámicas sin la constante rivalidad con el imperio Hitita que fue… lo adivinaste… turco.

Siento, por varias razones que Turquía todavía tiene mucho que darnos por esas conexiones tan especiales como cuna de la civilización occidental. Si queremos reflexionar y regresar a nuestros orígenes para reconstruirnos tenemos que revisar con mucha atención todo lo que pasó en Turquía desde los tiempos más remotos. Aquí hay claves importantes que todavía están por descubrirse.

Algo sobre la trama

La profecía del maestro al final del capítulo dice:

“¡Cuando los doce se reúnan en torno a la semilla que llevas en tu vientre, los años oscuros se transformarán en años de luz! Esa semilla será tres veces la vieja diosa y un aliento para la humanidad.”

La novela, obviamente trata de cómo se reúnen los doce alrededor de Sofía para dar un “aliento para la humanidad”, pero Sofía también tiene que descubrir cómo es eso de que es tres veces la vieja diosa.

La primera de ellas es Artemisa, la vieja deidad de Éfeso en cuyo honor fue construido un templo, también conocido como el Templo de Diana (el nombre romano de Artemisa) y quien, según los antiguos mitos nació de un lago ubicado en un robledal (un bosque de robles) de la zona del Mycale.

Hoy estos robledales ya no existen físicamente, pero siguen existiendo en la memoria humana. El roble, junto con otros árboles, es uno de esos árboles que se han considerado como “cósmicos”

(Hay más sobre este concepto en la primera sección de “El Anarquísta Místico” que se llama “Reflexiones sobre el árbol”)

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