Capítulo 1: El Nacimiento - Parte 3
>> martes, 14 de abril de 2009
Inés le había obedecido e inventado una historia donde describía a la cueva como un lugar totalmente inverosímil e infestado de murciélagos y se las había ingeniado para liberarse de sus amigos al día siguiente. En realidad no le había sorprendido mucho ver al maestro montado en el destartalado Jeep que habían puesto a su disposición.
“Es necesario que te muestre el mejor camino para llegar a mi cueva y también el lugar más apropiado para que aparques tu vehículo,” le dijo el maestro en vez de saludo, “así que pon toda tu atención en el camino para que lo recuerdes.”
El maestro la había dirigido primero por la carretera principal que Inés ya conocía del día anterior y luego le había indicado que se desviara por un verdadero laberinto de caminos secundarios y rurales. A pesar de tener un buen sentido de orientación, Inés se había perdido irremediablemente los primeros días cuando intentó repetir el camino señalado.
Finalmente habían llegado a la orilla de una pequeña robleda donde el maestro le indicó que aparcara el Jeep entre dos enormes robles.
Una vez en la cueva, el anciano puso una tetera en la hornilla y calentó agua para preparar un te de hierbabuena. Inés agradeció desde el fondo de su corazón que no estuviera tan excedido en azúcar como le gustaba al común de los turcos. La preparación de dicho té, a partir de ese momento fue el ritual de comienzo de todas sus lecciones.
“Lo primero que tendrás que aprender es a rezar.”
“Confieso que rezar me aburre. Y mis inclinaciones religiosas van más en el sentido de mi padre que era un libre pensador que a mi madre que es una católica ferviente.”
“Rezar te ha aburrido hasta ahora porque nadie te ha enseñado como hacerlo…”
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